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11 de octubre de 2011

Amor con faltas de ortografía


El le escribía mil cartas
que ella nunca respondía.
Eran cartas de amor
y faltas de ortografía.
En laberintos de letras
se perdía a cada instante.
Sus mensajes tropezaban
con todas las consonantes
Nunca encontraba la erre
y le faltaban las comas,
o en lugar de usar la ge
ponía siempre la jota.
En el mar de las palabras
naufragaba cada día
su amor, que no respetaba
las reglas de ortografía.

Necesitaba la zeta
para poder abrazarla.
con las haches que sobraban,
sería imposible amarla.
Enredado en alfabetos,
buscaba su corazón
cómo decir que la amaba
sin signos de puntuación.
Con litros de tinta verde
lo ayudaba la maestra
y corregía las cartas
que no tenían respuesta.

Pero ella seguía ignorándolo
y él decidió hablarle un día.
(Al fin y al cabo, no hablaba
con faltas de ortografía).
Le dijo que la quería
con todo el abecedario.
Prometió estudiar las reglas
y comprarse un diccionario.
Ella aceptó y los dos juntos
escriben desde ese día
su hermosa historia de amor
sin faltas de ortografía.

Liliana Cinetto.
20 poesías de amor y un cuento desesperado.
Editorial Atlántida S.A., 2005



8 de octubre de 2011

BENDICIÓN DE DRAGON

GUSTAVO ROLDAN.


Que las lluvias que te mojen sean suaves y cálidas.
Que el viento llegue lleno del perfume de las flores.
Que los ríos te sean propicios y corran para el lado que quieras navegar.
Que las nubes cubran el sol cuando estés en el desierto.
Que los desiertos se llenen de árboles cuando los quieras atravesar. O que encuentres esas plantas mágicas que guardan en su raíz el agua que hace falta.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Que nunca te falte el fuego.
Que nunca te falte el agua.
Que nunca te falte el amor.
Tal vez el fuego se pueda prender.
Tal vez el agua pueda caer del cielo.
Si te falta el amor, no hay agua ni fuego que alcancen para seguir viviendo.



Gustavo Roldán nació en Sáenz Peña, provincia del Chaco, el 16 de agosto de 1935. Actualmente reside en Buenos Aires. Licenciado en Letras Modernas de la Universidad de Córdoba. Escritor. Codirector de colecciones de libros para niños de Ediciones Colihue. Traductor. Coordina talleres literarios de escritura y reflexión. Premio Casa de las Américas en 1989.Autor de Dragón; Sapo en Buenos Aires; Una lluvia de pájaros; La leyenda del bicho colorado; Juegos del cielo y del infierno; Como si el ruido pudiera molestar; Historias del piojo; Un largo roce de alas, entre otros títulos.

El retrato oval

Un cuento fantástico de
EDGAR ALLAN POE.


El castillo en el cual mi criado se le había ocurrido penetrar a la fuerza en vez de permitirme, malhadadamente herido como estaba, de pasar una noche al ras, era uno de esos edificios mezcla de grandeza y de melancolía que durante tanto tiempo levantaron sus soberbios muros en medio de los Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación de  la señora Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había sido temporal y recientemente abandonado. Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una torre aislada del resto del edificio. Su decorado era rico, pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos trofeos heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un número verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de estilo, encerradas en sendos marcos dorados, de gusto arabesco. Me produjeron profundo interés, y quizá mi incipiente delirio fue la causa, aquellos cuadros colgados no solamente en las paredes principales, sino también en una porción de rincones que la arquitectura caprichosa del castillo hacía inevitable. Le pedí  a Pedro que cerrara los pesados postigos del salón, pues ya era hora avanzada, que encendiera un gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi cabecera, y que abriera completamente las cortinas de negro terciopelo, guarnecidas de festones, que rodeaban el lecho. Deseaba que se hiciese estopara poder entregarme, si no al sueño, por lo menos alternativamente a la contemplación de aquellas pinturaas  y a la lectura de un pequeño volumen, que había encontrado sobre la almohada, y que contenía la crítica  y descripción de ellas.
Leí largo tiempo; contemplé las pinturas religiosa y devotamente; las horas huyeron, rápidas y silenciosas, y llegó la media noche. La posición del candelabro me molestaba, y extendiendo la mano con dificultad para no turbar el sueño de mi criado, lo coloqué de modo que arrojase la luz de lleno sobre el libro.
Pero este movimiento produjo un efecto completamente inesperado. La luz de sus numerosas velas dio de pleno en un nicho del salón que una de las columnas del lecho había hasta entonces cubierto con una sombra profunda. Vi, envuelto en viva luz, un cuadro que hasta entonces no había visto. Era el retrato de una joven ya próxima a ser mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué? No me lo expliqué al principio; pero, en tanto que mis ojos permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi vista no me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a una contemplación más fría y más serena. Al cabo de algunos momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.
No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido; porque el primer rayo de luz al caer sobre el lienzo, había desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se hallaban poseídos, haciéndome volver repentinamente a la realidad de la vida.
El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. se trataba sencillamente de un retrato de medio cuerpo, todo en este estilo que se llama, en lenguaje técnico, estilo de viñeta; había en él mucho de la manera de pintar de Sully en sus cabezas favoritas. Los brazos, el seno y las puntas de sus radiantes cabellos, perdíanse en la sombra vaga, pero profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era oval, magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco. Tal vez no fuese ni la ejecución de la obra, ni la excepcional belleza de su fisonomía lo que me impresionó tan repentina y profundamente. No podía creer que mi imaginación, al salir de su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una persona viva. Pero los detalles del dibujo, el estilo de viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni un solo instante. Abismado en estas reflexiones, permanecí una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me hiciera estremecer, acabó por subyugarme. Lleno de terror y respeto, volví el candelabro a su primera posición, y habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda agitación, me apoderé ansiosamente del volumen que contenía la historia y descripción de los cuadros. Busqué inmediatamente el número correspondiente al que marcaba el retrato oval, y leí la extraña y singular historia siguiente:
"Era una joven de extraordinaria belleza, tan amable como llena de alegría. Pero maldita la hora en que vio, amó y se casó con el  pintor. Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había puesto en el arte sus amores; ella, joven, de rarísima belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un cervatillo, amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su rival, no temiendo más que la paleta, los pinceles y demás instrumentos importunos que le arrebataban el amor de su adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor hablar del deseo de retratarla. Más era humilde y sumisa, y sentóse pacientemente, durante largas semanas, en la sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista ponia su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora, de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño, pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no quiso ver que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta torre aislada secaba la salud y los encantos de su mujer, que se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante, sonreía más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba de gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la imagen de la que tanto amaba, la cual de día en día tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los que contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su semejanza maravillosa, prueba palpable del genio del pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba. Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se permitió a nadie entrar en la torre; porque el pintor había llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su trabajo, y rara vez  levantaba los ojos del lienzo, ni aun para mirar el rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores que extendía sobre el lienzo borrábanse de las mejillas de la que tenía sentada a su lado. Y cuando muchas semanas hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una cosa muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro sobre los ojos, el alma de la dama palpitó aún, como la llama de una lámpara que está próxima a extinguirse. Y entonces el pintor dio la última pincelada, y durante un instante quedó en éxtasis ante el trabajo que había ejecutado. Pero un minuto después, estremeciéndose, palideció intensamente herido por el terror, y gritó con voz terrible: "¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente para mirar a su bien amada: ¡Estaba muerta!"

EL CUENTO FANTÁSTICO: Las narraciones literarias  crean una realidad ficcional: aunque representan un mundo tal como lo conocemos, ese mundo creado es una construcción de la imaginación , que obedece a sus propias reglas. Así un personaje no tiene porque actuar como esperamos que actúe en el mundo real porque sus acciones siguen las leyes  del relato  y no las leyes de la vida. Hay relatos en los que se presentan hechos o situaciones sobrenaturales que no pueden explicarse (un objeto que habla con un niño, un cambio climático inesperado produce pánico en un pueblo, etc.) Estos elementos "anómalos"  irrumpen en un mundo "normal" y estos los vuelve particularmente perturbadores. Estos relatos en los que no hay respuesta para lo sobrenatural se llaman fantásticos, y se diferencian de los relatos maravillosos en que lo sobrenatural (objetos con poderes, príncipes convertidos en animales por un encantamiento) es aceptado por el lector.

EDGAR ALLAN POE, fue poeta y ensayista. Nació en Boston, Estados Unidos, en 1809. Abandonado por el padre y huérfano de madre a los dos años de edad, fue adoptado por la familia Allan. Entre 1815 y 1820, Poe residió con los Allan en Inglaterra, donde estudió. De regreso a los Estados Unidos, comenzó a escribir sus primeros poemas. En 1826 ingresó a la Universidad de la Virginia, pero solo estudió un año. Desde 1836, año en que se caso, hasta 1847 año en que ella murió, se dedico de lleno a la escritura, publico varios de sus libros y comenzó a ganar popularidad entre sus contemporáneos. Además fue asesor y colaborador de periódicos. Los problemas afectivos sumados al alcoholismo condujeron a Poe a su prematura muerte en 1849.

Su Obra: Poe es considerado    el Padre del cuento moderno. Muchos de sus relatos fantásticos y de horror fueron publicados en diarios de la época y generaron el asombro y el espanto  de miles de lectores, que no estaban acostumbrados a leer este tipo de historias. Algunos de sus cuentos mas conocidos son "El corazón delator", "La caída de la casa Usher", "El gato negro" o "El pozo y el péndulo". Además fue el creador del cuento policial de enigma, con relatos como "Los asesinatos de la calle Morgue" y "La carta robada". Entre sus poemas se destacan "El cuervo", "Anabell lee" (dedicado a su esposa) y"La durmiente"

7 de octubre de 2011

UN CUENTO PARA COMPARTIR:
De Liliana Cinetto.-

LA TROMPA DEL ELEFANTE
El elefante andaba un día paseando por la selva y saludando a los vecinos (porque era un elefante muy amable), cuando llegó a la puerta de la leona que barría  de acá para allá y de allá para acá. Barría con tanto entusiasmo que levantó una nube de polvo espeso y grisáceo, justo, justo en el momento en que el elefante hacía una reverencia con la trompa para decirle "Buenos días" (porque era un elefante muy educado).
Fue entonces cuando empezó el lío. Es que el polvillo se le metió adentro de la trompa y le hizo tantas, pero tantas cosquillas que... ¡ATCHÍS!
No señor no fue un estornudo así nomas. No señor. Fue un tremendo estornudo de elefante. Lo peor no fue que, con ese estornudo, despertó al león que estaba durmiendo la siesta. Lo peor no fue que, con ese estornudo, hizo temblar la tierra como  en un terremoto. Lo peor no fue que todos los animales se acercaron a ver que había pasado. Lo peor fue que, con ese estornudo... ¡se hizo un nudo en la trompa!
Intento desanudárselo de todas formas (porque era un elefante muy paciente). Sacudió la cabeza, tironeó para acá, tironeo para allá, se puso patas para arriba y patas para abajo, pero lo único que consiguió fue que el nudo se apretara más  (y que a la hiena le diera un ataque de risa).
-¿Y ahoda que voy a haced? No quiedo andad con un nudo en la tdompa -llorisqueaba el pobre elefante que ademas no podía pronunciar ni una sola R.
Como en la selva no hay médicos ni hospitales, fueron los otros animales los que les recomendaron remedios caseros para solucionarle el problema. El mono le aconsejó que se pusiera a dieta de banana. Al adelgazar el nudo se desinflaría como un globo viejo y podrían desatarlo. El cocodrilo y el hipopótamo, en cambio, recomendaron baños con agua tibia, porque al remojar la trompa seguramente se le deshincharía. La jirafa, por su parte, ofreció su bufanda de siete metros y medio para vendarlo y el rinoceronte propuso plancharle la piel que estaba tan arrugada, para estirarla y aflojarle la atadura. Que uno le ponía una curita, que otro le pasaba pomada por la trompa, que aquel le ofrecía un té de tilo para tranquilizarlo, que este le cantaba "sana, sana..." nada daba resultado.
El elefante estaba desesperado y caminaba nervioso de un lado para el otro. Tanto caminó que fue levantando una polvareda espesa y grisácea a su alrededor. Y ésa fue la solución porque el polvillo se le metió adentro de la trompa y le hizo tantas pero tantas cosquillas que... ¡ATCHIS!
 No fue un estornudo así nomás. No señor. Fue un tremendo estornudo de elefante. Lo bueno no fue que, con ese estornudo, le despeinó la melena al león. Lo bueno no fue que, con ese estornudo, asustó tanto a la cebra que se le enderezaron las rayas. Lo bueno no fue que, con ese estornudo, hizo temblar la tierra como en un terremoto. Lo bueno fue que, con ese estornudo... ¡se le desanudó la trompa!
Contento se puso el elefante. Contentisimo. No solo porque se le había desatado el nudo, sino porque pudo volver a pronunciar la R para agradecer a todos su ayuda. Tan contento estaba que casi, casi se pone a bailar en una pata para festejar. Pero prefirió irse a su casa. No fuera a ser que con el baile levantara otra polvareda que lo hiciera estornudar.

Liliana Cinetto nació en Buenos Aires y es Profesora de Letras, escritora y narradora de cuentos. Tiene publicados mas de cincuenta libros para chicos, entre ellos Cuidado con el perro, Rap del vampiro y Ambrosio en la prehistoria. Su obra reconocida en Latinoamérica y España, ha recibido importantes premios, como el "Alfonso Grosso" de Sevilla por La vida es cuento, su primer libro para adultos. El cuento que acabas de leer pertenece al libro Cuentos cortitos para leer en un ratito.